miércoles, 24 de julio de 2013

Debajo de la almohada, tal vez.

Acabo de perder el arete que más me gusta. Sí, anduve con él cerca de cinco días sin el seguro. Confié en que no se caería, y que si eso llegaba a suceder, yo lo recogería con la mejor disposición, sin pensarlo dos veces (como inusualmente ocurriría, la verdad me jode hacer cosas, como levantar cosas, ese tipo de cosas... me joden) y lo pondría de vuelta ahí, en ese pequeño orificio con escape a lo que mis ojos no pueden ver - siempre y cuando lleve el cabello recogido. Sin embargo, lo he perdido de la manera más estúpida, en el lugar que más conozco. Fue así de breve, la flojera me derritió sobre las mantas de mi cama, y, de pronto sentí que algo rozó mi cuello y que posiblemente se tratara de algún bicho raro que se había metido en mi brasier. Mis dedos, rápidamente, como buscando entre la basura, encontraron el premio del millón, el insecto del millón, que resultó ser el "petit" arete dorado. Entonces, lo coloqué sobre la manta y continué con la película (la cual debería recomendar) que me parecío más importante por un instante, solo por un instante en el que luego volví a pensar que tenia que proteger la escabullidiza joya. Quién sabe, de repente hubiera pensado que de haber tenido el seguro y que, aún así, se hubiese caído, hubiera dejado que se pierda, por cojuda. Pero no, yo era la culpable de que su plástica vida estuviese en riesgo, a diario. Regresé, un par de minutos más tarde, la mirada a la diminuta pieza, pero no estaba, se había ido, asustada, resentida, quién sabe cómo.

Busqué por todas partes, ordené mi habitación, metí la mano entre los zapatos, cajones, me quité la ropa a ver si había decidido volver a mi,  y lo hice sin darme cuenta que la ventana estaba abierta - espero que nadie haya subido las escaleras que miran al frente. Otra cosa de la que me he percatado es que cuando estas situaciones  ocurren buscas hasta en los lugares donde, considerando la estadística, la probabilidad de que esté sea un (- 90%).

No apareció, como si la humedad de mi cuarto la hubiese convertido en otra más de las pelusas que revolotean con un afán de querer lucir como "haditas" blancas  sobre  mi suelo. No quedó nada de ella, solo un gemelo solitario al otro lado; ahora ya no está ahí, lo he abandonado, también. Realmente me dolió, se arruinaron mis planes a futuro, las sesiones de foto, la salida de mañana luciéndolo por la tarde. Me entraron ganas de pensar - y de escribir - así que volví por más humo -ya había generado algo de humo minutos antes de perderlo - a ver si dejaba de pensar en eso, porque, ¿saben?, ha sido como realmente pasa... en la vida, cuando algo se va, cuando piensas en lo que pudiste hacer para no perderlo; si fue desde el inicio, cuando se quedó sin el seguro o si fue al final cuando lo abandoné, el instante en el que simplemente,  no pones atención. Aunque para ser sincera, nunca he perdido nada de verdad, o sea, me refiero a esa verdad por la que se hacen canciones y películas. Sad story para el común de la gente.  Puede que solo haya tenido la ilusión, primero, de tener algo, y finalmente, de perder ese algo. Entonces, tal cual un mago me hubiese dicho como hizo el truco, me desilusiono y en sí todo el proceso termina siendo irreal: dolor irreal, recuperación irreal, recuerdo irreal.

Por eso creo que extrañaré ese metal, hoy ha sido mi primera vez.

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