miércoles, 28 de diciembre de 2011

A-poema





El sonido del tiempo aturde mis oídos y me hace sentir más torpe de lo que suelen ser mis dedos.
Pero no he detenido este malabar
Pero parece que las letras de esta letra continúan siendo el intento de un exquisito final y punto;
Todavía me conformo con un Adiós y no con un Hola.

No pretenderé caminar por los suelos de los que ya pisaron demasiado.
Ni leeré salmos para sentir que he medrado entre tanta incógnita.
Detendré el pestañeo de una vista nublada que ve lo que no hay
y que espera lo que ya se fue siempre hace un instante.

Creo reconocer que no has oído en esta última mañana que ese no es mi alias
Que no soy la pieza que le falta al playgo
Que el jugo ya perdió sus vitaminas
Que no puedo responder sin saber la clave.

A alguien le falta experiencia en la faena.

He escupido mil bacterias y aún sigo enferma
Resulta que el control remoto lo maneja el genio maligno.
Justificaré mis desaciertos con la falta de cordura y un aparente
Reincidir.



miércoles, 21 de diciembre de 2011

El regalo de J


Podría inspirarme en el gato negro de Poe para escribir el siguiente relato; sin embargo, este suceso es real y no necesita más que la siguiente linea de aquella historia: "No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir". Solo puedo hacer esta advertencia desde el principio y añadir que, al igual que en el escrito de Poe, contaré de un animal, un perro.


No sé si fue un regalo extraterrestre, si la religión hizo un milagro, si permanezco sentado en la mesa de mi comedor observando a mi madre mantener las manos en esa posición como si la fuente de puré permaneciera en ellas y no en el suelo. Lo único que sé es que no formo parte de esta escena, ahora soy solo el espectador de un acontecimiento que parece ser el menos emocionante de mi vida, sí, porque hasta ahora no sé si siento algo o si es que el no sentir ya es bastante.


Pasar una tarde con J me parecía casi igual que pasarla con un amigo, tal vez mejor, porque este no pronunciaba las inevitables palabras innecesarias y cuando simplemente no estaba de humor no se molestaba en acercarse, una actitud mutua. La mayoría de veces sentía que la frialdad con la que me recibía al llegar se debía a su naturaleza animal, a que por más que quisiera pensar en un ser con sentimientos simplemente era un forzoso resultado de mi mente necesitada, aunque debo admitir que más bien este perro actuaba como mi hermano, como esos que no muestran afecto, pero que casi siempre están a tu lado cuando gustan de algo o cuando tienen en mente molestar. Por ejemplo, suele disfrutar de la música que escucho, tiene preferencias y creo que las hace muy bien. Seguramente alguien que no tiene un perro o que si lo tiene lo ve simplemente como tal pensaría que es un tipo de talento, así como levantar una pelota o bailar en dos patas, yo continuaré considerando la idea de que  J es diferente.


Es imposible enumerar las muchas noches en las que como cualquier joven, me vi envuelto en la melancolía y en los deseos de nada y de todo. Fueron muchas tardes en las que esas ansias de minutos pasados robaron mi mente en espacios infinitos de soledad,  una soledad particular, única; y seguro supondrán que la segunda parte es decir que J se acercó a mí cabizbajo y con los ojos iluminados, intentando mostrarme con un gemido de tristeza que se compadece de mi sentir. Pero no, lo común es que mi perro simplemente me mire  fijamente unos instantes y siga con su cómoda vida. Con sinceridad, no he obtenido un significado para esa actitud, me he limitado a aceptarlo como a cualquier otra persona; lo extraño resulta una extraordianria característica más.
Sumando muchos de esos días mezclados con otros y sin contar muy a menudo el calendario de mi cocina, llegó  diciembre, la mejor época del año para pensar en lo que no quieres volver a hacer el próximo año y para sentirte inesperadamente bien con todas las personas. Bueno, luego de casi haber concluido el último mes del año con un nuevo look y con  el objetivo de mantener mis bolsillos algo más llenos, me sorprendió la navidad a la vuelta de mi comedor con un árbol encendido y con el reloj marcando las 10 de la noche. 

Me encontraba en mi habitación terminando de arreglarme lo más aceptable posible para la ocasión. Uno nunca sabe qué ponerse, hay que pensárselo bien para no desentonar, sobre todo si no lo vas a pasar en tu casa. Felizmente esta vez la pasaríamos aquí, tratando de mantener el espíritu contento, como mi abuela hubiese querido. Me aparecí con una sonrisa cautelosa en el rostro, mi mamá se encontraba terminando de preparar los platos que faltaban. Ya que todo estaba listo, me senté en la mesa como si no existiera absolutamente nada alrededor y tome la típica pose: relajé la espalda en la silla y empecé a tararear algo mientras pensaba en otro algo que posteriormente perdió el valor que tenía. 
Mi mamá salió de la cocina con el puré listo en las manos mientras nos decía qué hacer antes de empezar a cenar. De pronto, escucho una voz que parecía salir del televisor:
  • Un momento, un momento, tengo que decir algo antes de empezar.
    Giré incrédulamente hacía la TV, entonces descubrí a J ladeando la cabeza hacia mí, como pidiéndome atención
  • ¿Me dejarás seguir?
Miré alrededor y mi mamá se encontraba con los ojos multiplicados por 5 veces su tamaño, observando a J y ladeando la cabeza hacia la misma dirección que él. Entonces comprendí lo que no quería comprender.
  • “ Craaaaaaaaaaaash” - reventó el pirex sobre el suelo recién lustrado de mi sala. El puré parecía una alucinación planeada por mi aparente falta de seriedad. 
  • Empezaré antes que todos se desmayen por ver que mi hocico no produce ladridos sino palabras. Bien, entonces, Renzo, has sido un excelente amigo, amo, socio. La verdad he estado pensando en cómo ayudarte con tu situación, y no preguntes ni digas una sola palabra, tengo este presente para ti. Claro, debes emplearlo de la mejor manera posible y supongo que no hay mejor momento que ahora. No me confundas con tu hada madrina, no soy nada por el estilo, luego de esto seguiré siendo tu perro. y tampoco te despertarás de un sueño profundo, recordarás esto como un vuelo sin necesidad de drogas.
J regresó a su habitual pose de dos patas y con el hocico arrastró un paquete rojo que tenía un pequeño cierre, como una cartuchera.
En ese instante descubrí que yo había mantenido la pose en la silla y que recién me dirigía a alterarla para recoger su "regalo". 
Levanté el paquete con una mano y lo abrí lentamente. En su interior descubrí un poco de billetes ordenados uno tras otro. 
  • Gracias. - dije no sé cómo, mirándole a los ojos.
J regresó al jardín y se quedó contemplando el cielo, podría jurar que olvidó lo sucedido, no dijo más. 
El reloj marcó las doce y de pronto sentí que no sería igual sin el puré.

martes, 6 de diciembre de 2011

¿Y si certezas?

La ventana no me da más respuestas. Tengo un jardín al frente, todo marchito, tierra que parece reclamar el agua que bebo de una taza entre espacios eternamente pausados. Esta vez nada se refleja sobre el vidrio humedecido por las consecuencias de un clima tan extraño y rebelde que azota las esperadas tardes de primavera, ahora solo queda recordar las pasadas.

La casa de al frente se asemeja a la misma que vi hace diez años, así como los árboles que detrás de ella se balancean, esos árboles de hojas ocres que nunca caen, que parecen tapar las nubes.

Pues así es el día, el momento. Todo se resume a eso, a mi escritorio lleno de papeles de marcas por la mitad, a mi mentón apoyado en una mano, a un procesador prendido, a mi mente saturada de tanto leer, a mi pensamiento ahora vacío, a mis cortinas abiertas y mi ventana cerrada. La secuencia de letras que me dediqué a identificar entre tantas separatas y tantos mensajes me han dejado atrapada en una pausa - así como la de mi taza de manzanilla. No siento absolutamente nada usual, es como si recién pudiera darme cuenta que había un escenario tan complejo fuera mío y tan simple a la vez, como real, natural, vivo. Porque hace unos instantes todo se reducía a esperar una respuesta que realmente no me importaba y a la que quería encontrarle un sentido,  a decir cosas innecesarias, a entrar en fondos blancos en busca de nada y, en cuestiones sencillas, nada de eso me hace "yo".

Ahora suena la banda de caballos y sin permiso alguno las notas de esa canción se han introducido sin atenuaciones en mi cabeza. De pronto, creo empezar a recordar algo muy singular; si eras tú en ese entonces, si tal vez debí decir sí, si en todo caso no era yo la duda certera, si nuestras manos no se humedecerían por los nervios, si ahora estaría en el parque llenando de hojas secas tu espalda, si te hubiera hablado de esta banda, si te hubiese hecho probar la tarta de manzana, si mis preocupaciones serían menos intensas cuando tan solo pensara tu nombre, si mis ojos por fin hubieran parado de ver un espejo para verte a ti.

Inesperadamente, la melodía sigue sonando y hay algo más de manzanilla que beber.
Empiezo a sentir algo inusual.