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Aquí se respira gas fosforescente. Hojas marchitas que se pisan y hacen "crac". La burla de la señora con un paraguas ridículo en el momento en el que el reloj fue Saturno posando. La media vuelta que te diste con una D plasmada en los labios para observar todo aquello que ya no puede ser. Las envolturas camufladas debajo de la alfombra guardan migajas de lo que aún deseas entre salivas. El beso ácido que has escondido bajo una cafarena.
Caminar con los dedos sobre un cuerpo que parece recibir amor, cuando solo se está jugando a caminar de esa forma que uno quería cuando los aviones volaban porque sí. Las gracias caen de manera hermosa y en un luego se quiebran con llantos turquesas. Las mezclas de óleos con las que pinté tu vida ahora me parecen un versículo del Génesis que Dios arrancó con los dientes de Adán. ¿Ver?
(la primera pausa)
Los pies, los pies, los pies se han convertido en piedras redondas donde el viento no alcanza para respirar. Ahí han reposado muchos cadáveres de mariposas que se hicieron polvo. Las mañanas de todos los recibidos y condenados han convulsionado y desde ese instante se tornan en noches parpadeantes que se interpretan como estrellas, antenas o milagros. Y las pesadillas se volvieron sueños de arroz y miel.
La economía se coloca en páginas a blanco y negro que no se leen pero que se discuten con la lengua seca. El mendigo ha escuchado el último hit de la radio. La niña ha contado ese segundo desapercibido que tardó el ámbar en ser rojo, y nadie le ha pegado una "carita feliz" en la frente. Los aplausos de un público que no existe por la tv. La sirena de una ambulancia que se confunde con la nariz de un payaso. El hambre transformada en una caja musical, en un cigarro, en propina, en corrientes eléctricas.
El día X empezó y no hay balanza que diga cuánto pesa el cansancio. La cura de esta enfermedad es tan cierta que ya nadie consume el remedio, y, como no queda nada más que experimentar, todos volveremos al día antes del día X.
