domingo, 16 de octubre de 2011

La parte más difícil


Ya habían pasado las siete. Noelia estaba en su modesta habitación, sentada en el pequeño escritorio - que también le servía como velador- donde solía leer algunos libros que Carlos le había regalado para que se entretuviera en sus horas de descanso. Estaba maravillada con las primeras líneas de la novela "María", sumergida completamente en la composición de los párrafos y en su sublime estilo romántico. De pronto, recordó que su profesora de primaria le decía que siempre que leyera un libro se detuviera en la parte más interesante, para que de ese modo nunca se olvidara de terminarlo. Entonces, un poco ansiosa, decidió cerrarlo. "Mañana será pues", pensó.

Sacó de su cajón un paquete de galletas de soda que se compró en la mañana, cuando fue en busca de papaya para el jugo de la señora. Pocas veces le dejaban comida para la cena; o se freía un huevo o tenía que vérselas ella misma. No solía tener mucho apetito, por lo que unas cuántas galletas le bastaban para finalizar su dieta diaria.

Mientras disfrutaba del sencillo refrigerio, prendió la radio para acompañarse con música. Lo frecuente eran emisoras de baladas y, en el último de los casos, de salsa romántica. Cuando subió el volumen, escuchó el ruido de la señal mal ubicada, entonces empezó a circular el dial hacia donde ella quería. Pasó por una radio de noticias, por otra de reggaeton y, un instante después, se escuchó un huayno; la voz de una niña que cantaba con profundo sentimiento, acompañada de un arpa que parecía tocarse por sí sola, desataba la melancolía de la manera más armoniosa que un instrumento podría haber hecho. Noelia se detuvo, sus ojos empezaron empaparse, los recuerdos de una infancia llena de verde hierba, de leche fresca, de corderos y burros, de jaladas de oreja, de los yaraviés de su padre. Pasó rápidamente para no recordar un pasado que le haría despertar a una realidad cruda y frívola. Y así, como una acción casi refleja, movió nuevamente el dial hacia lo primero que sonara, lo primero que pudiese hallar.

Recostó su cabeza sobre su brazo apoyado en la áspera madera de su mesa. Pensaba en lo que planeaba para el futuro, en las enormes ganas que tenía de entrar a una universidad, de llegar algún día a su casa como lo hacía Carlos, lleno de trabajos y con algo nuevo que contar.

Ya cerca de estar plenamente recompuesta, se dispuso a apagar la radio para irse a dormir. Volvió a ubicar sus dedos en el botón "off-on". Sin embargo, algo la interrumpió; una voz que jamás había oído, una especie de llamado a lo desconocido, una compañía misteriosa.
Regresó a la mesa y empezó a escuchar, a introducirse en un nuevo espacio que parecía despoblado, un mundo en donde solo existía ella y el individuo "tras los parlantes".
Noelia sentía que cada palabra que salía del viejo aparato era reproducida para ella. Incluso las canciones, que no eran precisamente las baladas de Laura Pausini, le sonaban hermosas, llenas de melodía, de una historia que podía ser la suya o que le gustaría conocer.
"Es en inglés, algo así habla Carlos", dijo cuando acercó su oreja a la radio...
"Bueno, esto ha sido todo por hoy, antes de despedirme les dejo esta canción..."

Le resultaba absurdo creer que el programa ya estuviese por terminar. Su momentáneo placer se iba apagando lentamente, rehusándose a que sonara la despedida, el toque final de su noche. Fue, entonces, cuando un soplo, que acabó con la breve pausa de la transmisión, le regaló el quiebre de los golpes de una batería, a los que se le unieron las notas de un piano y los acordes de una guitarra, y, en seguida, un canto parejo, sólido y exquisitamente entonado.
Este no era un huayno, pero su efecto fue aún más profundo, como si hubiese buscado esa canción toda la vida, como si su persona tuviese un motivo de ser, adherida a cada nota, a cada intención; la melodía de las tantas tardes cobrizas y de los sueños grises. Estaba segura de que en esa pieza podía descubrir la tranquilidad y el equilibrio que jamás algo sería capaz de otorgarle, ahora que se encontraba a ella, como protagonista de su vida, en el nacimiento de una causa propia, en su inicio a un futuro que surgía sin hacerle aviso previo.

Tomó rápidamente un lápiz y una libreta, "pararan pararan pararan pararan" tarareaba. La desesperación por conseguir un fragmento de esas frases le consumía el espíritu, sus dedos temblaban, la cólera y la impotencia por no poder descifrar una letra de lo que escuchaba la volvían torpe, no podía hacer nada , solo anotó lo que creía interpretar: oooh anay aaah aah aaahh aaah ayy ayonder warisolavut. Luego, pensó en que posiblemente esa voz cautivadora, que le había platicado con un estilo tan seductor, le conceda el nombre de la canción y, de esa forma, podía pedirle a Carlos que, por favor, se la consiguiera.

Un cerrar de ojos cambió las circunstancias a su alrededor. Todo, de repente, se convirtió a oscuro de la manera más áspera y violenta; a cuarenta segundos transcurridos de la canción, la energía se había ido.
Noelia no comprendía qué había pasado, jugó varias veces con el interruptor, con el enchufe de la radio y con la lámpara de su escritorio. Tenía la esperanza de que la canción no acabara, de poder escuchar el título o el autor, de despedirse de su visitante. Insistió de manera brusca, golpeó su radió hasta llegar a un golpe sin sentido, la culpaba de su pérdida, de sentir cómo se le iba todo, cómo desaparecía el eco que aún se encontraba vigente en su memoria. Minutos después, cuando las palmas de sus manos callosas habían alcanzado una tonalidad casi roja, se resignó.
Nada recobró la magia de antes. El cuerpo se le había congelado, hasta la célula más recóndita experimentaba lo mismo que su alma; esa falta, esa ilusión . Recostada en su comodoy, con las lágrimas rasgando sus ojos pardos, tarareaba la tonada de la composición. No quería olvidar ese sonido que zumbaba en el reflejo de lo que sus oídos habían escuchado. Ahora su mente y su pensamiento se concentraban en mantener a salvo eso que no debía volverse un recuerdo, sino el motivo escondido de un día de vida.

Y entre tantos sollozos mudos, se quedó dormida. Pero algo dentro de ella, seguía palpitando.

"pararan pararan pararan pararan"


No hay comentarios:

Publicar un comentario