lunes, 27 de agosto de 2012

El número desapercibido

Se me pasaron los meses buscando el momento adecuado para poder escribir sobre esto que tengo en mente hace un buen tiempo, si es que no ha sido siempre.  Ahora debería estar escuchando un clásico del rock americano mientras que busco unas películas para el trabajo que debo presentar mañana, pero como suele suceder, nunca le doy prioridad al deber, quién sabe y  mañana me muero y no pude escribir nada, prefiero que quede esto de recuerdo a la inasistencia a clase poco trascendental para un profe que está más calificado en el extranjero que los productos para bajar de peso.

Todo empezó a los diecisiete, a mi parecer, la mejor edad "teen"; estás en el límite, por lo que eres "más bacán" que los de quince o dieciséis, aunque no tan pegado a la raya como para asumir las "responsabilidades" de los de 18 o 19. En fin. Para mi plan de vida que había tramado a los catorce años, cuando vivía con el acné a flor de piel,  mi mediocre ubicación en el tercio inferior, el bigote de Chaplin y una ferretería en la boca, mis planes de ser una top model tendrían que concretarse a los 17 o 18 a más tardar. Iba a ser tenista, cantante y actriz, algunos días más tenista que cantante, otros más cantante que actriz y otros más actriz que tenista. Para ese entonces ya tendría que haber conocido a Gerard Way, Rafael Nadal, Jared Leto y una serie de figuras que seguramente estarían encantados de enterarse que existo, claro a mis futuros esplendorosos diecisiete.

Gracias a la divinidad de dios y al examen de una profesora de segundo de secundaria, pude aprobar álgebra y el resto de materias, la verdad - sino fuera por ese estúpido examen que debía-  salí bien librada de la secundaria, cursos aprobados, una desilusión por no ingresar a la católica, más granos que a los catorce, aunque al menos ya no tendría que sonreír con Metallica entre los dientes. Por otro lado, mis planes habían variado bastante, o se habían aplazado. Eso de ser tenista pues lo veía ya como un hobby, lo de ser cantante y actriz lo había aplazado un par de años más y la de ser perfecta, pues también (más dudosa de esto último). Me encontraba, tal vez, más enfocada en mi verdadera vocación, en lo que no había terminado por descubrir aún. Y así, cada vez alejándome más, ajena a esas ideas, llegué a los diecisiete, bastante más plantada que a los catorce, con un paso en la universidad y con "toda la vida por delante". Es entonces cuando las cosas sí cambiaron: las notas, el comportamiento, el físico, sí, un poco, y bueno, todo lo que cambia en un adolescente común y corriente.

Mi primer año en la universidad, a grandes rasgos, fue una pastilla "desahuebina" como dice mi viejo, gente nueva, vida nueva, horario nuevo. Ahora hay chicos, cosa que antes no ocurría. La única vez que se veía a un chico en mi colegio era en el festival de danza. Alto y de pelo largo con trenza, si veías a un chico de esas características pues era yo o una de las "grandazas" de mi promoción que tenía que hacer de hombre, otra cosa que nunca entendí. Habían chatas que se merecían ser hombres, de verdad se lo merecían, pero bueno, eso debería ser parte de otro post.  Como decía, habían chicos, había gente de todas las edades, hasta ancianos, no había timbre de recreo, ni refrigerio ni levantar la mano para orinar ni dibujitos obscenos en la pizarra ni agenda ni revisión de cuaderno (algo por lo que estaré eternamente agradecida). Era la vida universitaria en la que yo debía ponerme a pensar sobre que carajos me iba a poner al día siguiente y al día siguiente y al día siguiente.

La verdad no fue exactamente una revolución el simple hecho de estar en la universidad. Otra de las cosas que me había propuesto era cambiar de identidad, ser distinta, y no, lo que hice fue evolucionar en lo que soy ahora; sin embargo, eso es natural, tenía que ocurrir y no es algo que haya dependido de mi. Todos los ciclos me arrepiento un poco de lo que fui el pasado, de cómo me vestía o qué cosa le dije a alguien o como expuse en una clase...y sé que este, de repente, no será la excepción.

A los dieciocho ya tenía en claro al 90% me atrevo a decir, de todo lo que realmente quería, y me di el plazo de un año para hacerlo. Ese año estuvo lleno de altibajos, algunos días me sentía capaz, otros no, y bueno las cosas las logré a medias partes. Aunque recuerdo claramente algo que sí cambió: a contraste de mis cumpleaños pasados, por primera vez, no quería cumplir un año más. Me encontraba en la cama de un hotel en Cuzco un 2 de abril a las 11:55 de la noche, con mi celular en la mano, y el facebook abierto. Estaban dando por enésima vez esa película de acción con Matt Damon que ahora no recuerdo el nombre, mis papás estaban durmiendo y yo quería dormirme para no darme cuenta de que ya eran las doce, ah, sí, eran las vísperas de mi cumpleaños número 18. Y, finalmente, llegaron con un "Feliz día, pásala lindo" de algún sujeto desconocido que se atrevió a ser el primero en publicar algo en mi muro. Lo único que tuve fueron ganas de llorar, hasta pensé que una fiesta - como lo había sugerido mi mamá-me hubiera deprimido menos. Quise no regresar a Lima para no tener que pensar en quienes me iban a dar regalo; a esa edad, ni bien ha pasado un día, tus tías que tienen nietos de tu edad ya hablan de por qué no haces algo, de que por qué no trabajas. Empiezan a sacar cuenta de en qué ciclo vas, a qué edad ingresaste, qué carrera estudias y te hacen un pronostico de tu vida a mediano plazo, obviamente el mío debe haber resultado en un trabajo de segundona, mientras que a sus nietos les espera una vida de lujos en Estados Unidos casados con una gringa o un gringo.

Pero si esa edad fue traumatizadora, la llegada de los diecinueve es deprimente. Los diecinueve se definen de la siguiente manera: Aquello que no recuerdas de la borrachera del día anterior, ese, ese lapso en blanco, eso que no te acuerdas, ese intermedio vacío, esa no memoria de la memoria. Esos son los diecinueves. Y cuando te preguntas ¿Cómo llegué a mi casa? quiere decir que ya tienes 20 y tu maldita adolescencia y las canciones de teens desaparecen del mapa de tu cerebro.  Ahorita estoy en esa edad en la que todo me resulta más triste y pesimista. Voy a las clases de inglés y me toca con puro chibolo de tercero de secundaria, me preguntan que qué estudio, en dónde, de qué cole vengo - algo más deprimente aún. Cuando les digo comunicaciones, que si voy a ser actriz, periodista, que a ellos también les gusta actuar, que les gustaría tener un show. Cuando digo en la de Lima, que su prima también estudia ahí, que si la conozco. Cuando digo el Mater, que si el Mater Purísima. Cuando digo diecinueve, que si vivo sola, que si trabajo... todo es una joda de primera categoría.
Me he puesto a buscar canciones con diecinueve y creo que hay más canciones con "once", las protagonistas de los romances son de quince, diecisiete, dieciocho y luego se pasan al veinte. Solo un delincuente que sale en una película de los años cuarenta tiene diecinueve, y para colmo muere. Me pregunto si esta vez ya empecé a apestar para mis papás, pero creo que no, todavía me pueden mantener hasta que acabe la universidad.  Los diecinueve son el estado de coma de esta adolescencia que me ha traído tantas cosas, no sé si precisamente buenas, solo sé que fueron varias, y que ahora repercuten un tanto en cómo pienso, bastante, diría yo.

Mi plan actual es hacer que los diecinueve valgan la pena en algo, que no diga "Pasé mi último año teen pensando en que era mi último año teen" (no sé por qué le digo teen, pero es lo primero que se me viene a la mente), y hay otras cosas que tengo en mente, espero cumplir. "Fracasé" en mis planes de catorce años, a los diecinueve me da un poco de nostalgia pensar en mí a esa edad, porque creo que de saber que alguien pensaba en mi de esa forma, es, en cierta medida, como desilusionar a un niño. Aunque, a veces, supongo que si la María Paz de catorce supiera lo que realmente soy, pues no pensaría de tan mala forma respecto a lo que finalmente ha concluido, por ahora. Quién sabe y todavía pueda hacer algo de esas cosas, me quedan algunos meses, espero no ser tan vieja aún.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Clara



Asegúrate
Que lo que haces, tus manos
Asegúrate
De lo contrario, no te estarás mintiendo bien

Que la garra más descarada de esta esencia
es el corazón
Ese que, si escarlata brilla, es por la sangre que enjuaga
de las pupilas cerradas


Asegúrate bien
No voltees a  verme
Que ahora soy solo reflejo
reflejo

Cuando no ocultes entre los dedos, los labios
lagrimas de baúles alcanfor
no respires, no respires
que solo eso queda


Asegúrate
una vez más, yo veo de lejos

Asegúrate
y camina, yo veo de lejos