Cuando enmudezco no tengo nada que decir
hay ruido, ruido, mucho ruido
y ese espacio dentro
que queda al desnudo
y que se intenta solapar con palabras tan inútiles
como el esperma de alguien que se masturbó.
Y las respuestas no interesan.
Pero una vez me quedé callada
Porque, de pronto, todo sonó tan perfecto;
el único estado de exactitud que la mente reconoce
en un mundo donde los cuerpos con vida penan y las sombras son lugares
Y se siente la respiración de los árboles en el aire
El sol no quema ni el frío cala huesos
La picazón en el cuello es una caricia
El cansancio hará andar los pies
hasta el tiempo está de nuestro lado
Porque por fin conociste que Dios se llamaba silencio
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